El Butrón De Los Dandis

La Policía desmanteló en 1934 el atraco de una banda, planeado al mejor estilo del cine negro americano.
A final de 1934 la situación social en España era muy complicada. La revolución de octubre en Asturias había sumido al país en un baño de sangre y en una espiral de desenfreno hasta ese momento desconocido. La República pasaba por sus peores momentos y todo empezaba a precipitarse vertiginosamente hacía los sucesos del golpe de estado que año y medio más tarde daría paso a la Guerra Civil.
Granada estaba sumida en los avalares políticos de la destitución del gobierno municipal y el nombramiento de una gestora al frente del Ayuntamiento capitalino, Las «razzias» ciudadanas de la guardia de asalto para capturar a vagos y maleantes, que sufrían inmediatamente la enérgica aplicación de la «gandula», eran frecuentes. De ello se hacían eco los periódicos locales, como de los atracos y sucesos violentos que al más genuino estilo americano, proliferaban cada vez más en la ciudad. En los primeros días del mes de diciembre, la sociedad granadina iba a sufrir el sobresalto que provocó el saber que la Policía había desmantelado pocos días antes la trama urdida por una banda de malhechores de guante blanco, que la habían elegido como tugar donde perpetrar un asalto a gran escala mediante la técnica del butrón; un suceso que habría servido, por la forma en que fue urdido, de inspiración para el guión de un thriller que llevar al celuloide.
El Golpe
De no haber sido por un infiltrado en los sórdidos ambientes de los bajos fondos madrileños y por la certera intervención de la Policía, los delincuentes habrían logrado su objetivo. Granada y el embovedado del río Darro, ofrecían unas condiciones inmejorables para la perpetración de un atraco como el que había sido planeado. El suceso saltó a la prensa cuando la Policía había ya desmantelado la trama y seguía pista de los responsables, «varios dandis», como los calificó la prensa local, llegados a nuestra ciudad desde la capital de España, donde habían preparado minuciosamente el golpe que les reportaría un suculento botín estimado en gran cantidad de joyas, alhajas, dinero y efectos diversos de gran valor.
El día viernes 21 de noviembre se recibía una delación en la Oficina de Información y Enlace de la Dirección General de Seguridad, que seguidamente era analizada en el despacho del Inspector General de Policía, Vicente Santiago: un robo de grandes dimensiones iba a perpetrarse en una ciudad de provincias. El lugar elegido por la banda era Granada. Tenía como objetivo hacerse con un botín considerable en joyas, alhajas y el capital de varias joyerías y un banco, situados en el centro de la ciudad.
En compañía del sargento Izquierdo Portocarrero, el Inspector General se personó en Granada el domingo 23 de noviembre, para realizar las averiguaciones oportunas. Las pesquisas pronto les condujeron a conocer a los sujetos que formaban la banda y sus intenciones. La noche de aquel mismo día, con gran discreción y auxiliados por linternas, penetraron en el embovedado del río Darro por la embocadura del antiguo Puente de Castañeda, descubriendo pronto en el tramo correspondiente a la calle de los Reyes Católicos, distintos indicios que le revelaron la certeza de los hechos que investigaban. Había huellas de haberse intentado al menos en tres lugares realizar perforaciones para intentar llegar hasta los sótanos de varios edificios. La más avanzada parecía llegar hasta el sótano de las casas 19 y 21 de la calle Reyes Católicos, donde se hallaba entonces el establecimiento de joyería «La Purísima». También descubrieron al nivel de donde se encontraba otra joyería establecida en la misma calle, varias pisadas sobre el lecho arenoso del río, reveladoras de que varios individuos habían estado en aquel lugar y numerosos golpes recientes sobre el muro que sujeta la bóveda, hechos seguramente con un pico, con la intención de perforar la fabrica y llegar a los sótanos contiguos. E Indicios análogos fueron encontrados en el lado contrario del río, poco más arriba, sobre el muro que separa el embovedado del sótano del banco Español de Crédito. Todas las pistas desvelaban que los malhechores intentaban realizar varias minas subterráneas para robar en estos establecimientos y dar un gran golpe.
No Se Habían Percatado
Como se ha dicho, la mina más avanzada era la que a través del colector de la calle del Príncipe, había avanzado hasta llegar al sótano de la joyería «La Purísima». El túnel había atravesado tres muros y tenía una longitud de algo más tres metros y medio, una anchura de ochenta centímetros y aproximadamente un metro de alto, llegando a atravesar el muro de contención del sótano, como después se comprobó. Unas horas más tarde, auxiliados por personal del Ayuntamiento, los agentes de la Policía, que habían alertado a los propietarios del establecimiento, que se mostraron muy sorprendidos y dijeron no haber sospechado absolutamente nada, descubrían que sólo unos ladrillos mal colocados tras una estantería, separaban a los malhechores de su objetivo: la caja fuerte donde se guardaban las joyas.
La Policía concluyó que con toda seguridad los delincuentes habían observado por medio de aquel butrón al vigilante nocturno del establecimiento, Antonio Cobos, que de hora en hora bajaba hasta el sótano a hacer una ronda y que habrían tardado aproximadamente unos veinte días en hacer la excavación, dado que en la última inspección practicada por los servicios municipales de mantenimiento al embovedado, el mes anterior, nada extraño se había observado.
La costumbre de los propietarios de guardar las piezas más valiosas, tras el cierre del establecimiento, en una caja fuerte situada en el sótano, impidió momentáneamente la perpetración del robo. Parece que esta circunstancia fue la que motivó que los bandidos no se decidieran a dar el golpe, de ahí que disimulasen la entrada al butrón, hasta contar con las herramientas necesarias con que quebrar la caja. La Policía supo por medio de un chivatazo que uno de los bandidos se había desplazado hasta Málaga y Algeciras con el fin de adquirir aparatos adecuados y una autógena con los que poder fracturar varias cajas de caudales. Fue esta la información inicial que se conoció en la Inspección General de Policía en Madrid con la que se inició la investigación criminal.
Los Autores Eran «Gente Elegante»
Al tener preparada esta primera mina, la Policía sospechó que los malhechores se decidirían a dar el golpe proyectado en breve, posiblemente esa misma noche, por lo que se organizó una operación para sorprender «in-franganti» a los autores. En lugares discretos de la Acera de Darro y en el sótano de la joyería, durante varios días y varias noches, se desplegaron agentes para vigilar la llegada de los ladrones, que al final no se presentaron. Seguramente, porque algo les había hecho sospechar y les hizo huir de la ciudad.
No obstante, continuaron las investigaciones para dar con el paradero de los autores de la mina y de la tentativa de robo, de las que tuvo conocimiento el Juzgado del Distrito del Sagrario. Desde un primer momento la Policía sabía de las identidades de éstos. Casi todos eran provenientes de otras ciudades, pero dos eran de Granada. Uno de ellos fue localizado varios días más tarde en la Prisión Provincial, en la que acababa de entrar acusado de un delito de robo a mano armada, y el otro, conocido como «el señorito», había puesto pies en polvorosa y se hallaba en paradero desconocido.
El sujeto que capitaneaba el grupo era un pistolero malagueño muy conocido por la Policía, que estuvo en Granada en compañía de otros peligrosos individuos de Barcelona y Sevilla que formaban parte de la denominada «banda de los guapos». Todos ellos, se pudo saber, se habían hospedado en Granada en los mejores hoteles y vestían con una elegancia que no hizo sospechar a nadie que se dedicaran al bandidaje. Incluso durante su estancia en la ciudad anduvieron de un sitio para otro llamando la atención con el vehículo propiedad del malagueño, un despampanante Buick de 1932.
Por muy poco los «dandis del butrón», como se les llamó por un medio local, no fueron capturados. Su frustrada intentona de perpetrar un atraco múltiple, es un caso curioso de la historia de Granada que forma parte del mejor anecdotario granadino.

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